En un referéndum celebrado el domingo 20 de agosto, unos 13 millones de ecuatorianos decidieron que el país prescindiría de las ganancias económicas derivadas de la explotación del bloque 43, situado en gran parte en el Parque Natural Yasuní y responsable del 12 % de la producción nacional de petróleo del país.
La pérdida de ingresos fue el principal argumento esgrimido por el gobierno saliente. La petrolera nacional Petroecuador estimaba en 14 500 millones de euros las pérdidas que supondría detener el proyecto en veinte años.
Pero los ecologistas relativizaron las cifras esgrimidas, alegando que no tenían en cuenta la gran fluctuación de los precios del petróleo, los costes de producción y, sobre todo, los daños causados a los ecosistemas.
En las urnas, fueron la protección de los ecosistemas y la lucha contra el cambio climático las que parecen haber triunfado.
En materia de medio ambiente, el Parque Yasuní es impresionante y contiene de media más especies vegetales en una parcela de apenas una hectárea que toda Norteamérica. Considerado reserva de la biosfera por la UNESCO, esta parte de la selva amazónica situada a 250 km al este de Quito, la capital, alberga también dos de las últimas poblaciones amerindias autosuficientes: los tagaeri y los taromenane.
Desde 2007, estas exuberantes tierras de Ecuador también están protegidas por la Constitución, que reconoce la propiedad colectiva de la tierra por parte de los pueblos indígenas como forma ancestral de organización territorial. Las tierras pero no su subsuelo rico en petróleo, propiedad del Estado, que fue cuestionado en este referéndum histórico.
La victoria del “sí” vuelve a poner sobre el tapete una vieja y compleja cuestión: ¿cómo dejar de usar los combustibles fósiles, y en particular el petróleo?
El problema es que aún queda mucho petróleo; las reservas estimadas equivalen a la cantidad total consumida desde finales del siglo XIX. En junio de 2023, la demanda mundial diaria de petróleo alcanzó los 103 millones de barriles, la cifra más alta de la historia.
No obstante, en las últimas décadas han surgido intentos de dejar el petróleo bajo tierra con movimientos de resistencia a la explotación petrolífera, sobre todo en países tropicales, territorios indígenas y zonas protegidas.